BUENOS AIRES SIGLO XX

Contar la historia de un país, es contar también la de su gente. Para entender el presente es necesario repasar el pasado y eso es lo que intento a través de este blog, con un agregado personal, contar la historia de mi familia dentro del contexto sociopolítico de la Argentina. La historia debería ser leída desde la primera entrada, donde narro mi partida del país hacia Europa, el viaje justamente inverso que hiciera mi abuelo Francisco con una maleta cargada de sueños y la esperanza de un mañana mejor.

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jueves, 14 de febrero de 2013

Francisco Paparatto, mi abuelo, el italiano


Francisco Paparatto
Francisco Paparatto era mi abuelo, al que casi no conocí, un tipo italiano con mucho carácter y muy trabajador. También es la excusa para escribir este blog, ya que ochenta y dos años después de que él atravesara todo el océano hasta llegar a la Argentina para buscarse la vida, he debido hacer el mismo viaje pero a la inversa, claro, salvando las distancias. Él lo hizo en barco y yo en avión. Esa sensación de estar dejando atrás todo lo conocido para llegar a tierras extrañas me hizo ponerme por un momento en la mente de mi abuelo. ¿Qué pensaría durante su largo viaje a Sudamérica, cuando apenas tenía 17 años? ¿Que expectativas tenía él y que miedos lo alejaban de su Italia natal? Atrás dejaba a  sus padres y una hermana, a los que jamás volvería a ver ni hablar, salvo alguna carta de pocas líneas. Había nacido en 1903 en Joppolo, Calabria. ¡Estamos hablando de otro siglo! Nació en una familia de obreros. Tuvo que asistir, cuando ya era un adolescente, a la partida de algunos familiares rumbo a América del Sur. Quizás en esos momentos nunca imaginó que algún día él también partiría. Buenos Aires sería su destino. 

Francisco y su taxi
Contar la historia a través de los ojos de mi abuelo es contarla desde su sacrificio, su persistencia, sus miedos y su valentía para afrontar lo desconocido. ¿Quién mejor que un taxista para conocer el sentimiento de un pueblo? ¡Imaginemos cuantas personas ha transportado en el asiento de atrás de su taxi! ¿Cuántas historias habrá escuchado y cuántas habrá tenido que callar? Francisco paraba diariamente a descansar en un bar de Paternal, en Francisco Acuña de Figueroa y Córdoba donde se juntaban muchos "tacheros" que entre café y café solucionaban los problemas del país, ¡como no!

Ana Ragadali
Francisco se casó con Ana Ragadali, mi abuela, en enero de 1939, un casamiento designado con antelación por los padres de ella. Francisco le llevaba a  Ana quince  años. Cuando se casaron él tenía treinta y cinco años y ella 20. Ana nació en 1919 en Catanzaro y cuando llegó a Buenos Aires, a los doce años fue  con sus padres a vivir a una casa de inquilinato, en La Paternal. Las familias se conocían, se juntaban, todos habían llegado de Italia y eran tiempos difíciles donde había que trabajar sí o sí y a las mujeres había que "colocarlas". Apenas se casaron se fueron a vivir a lavallejas y Gascón, en Palermo viejo y más tarde a la casa de los padres de Ana, Anunciata y Roco, en el barrio de Devoto. 

Mariana y Sabatino
Francisco, siempre taxista, tuvo dos hijos, Mariana (mi madre) y Sabatino, mi tío. Sabatino nació el 27 de Noviembre de 1939, ocho meses después de que se casaran. Mariana, mi madre, nació el 18 de abril de 1942. Francisco y Ana formaron una familia y juntos atravesaron años muy complicados pero lo mejor es que su vida transcurrió lejos de las Guerras Mundiales que se libraban en Europa.

Francisco y yo
Los ojos de Francisco se cerraron para siempre a sus 73 años.  Una noche del año 1976, casi sin darse cuenta, un ataque al corazón repentino le arrancó un suspiro casi inaudible, seco, fulminante. Francisco dejaba este mundo pero también dejó historias, anécdotas y enseñanzas. No tuve la suerte de tener conversaciones interesantes con él, sólo tenía seis años, casi ni recuerdo su mirada, pero cada foto suya, cada historia narrada, me ayudaron a darme cuenta de lo valioso de su existencia. Muchas de sus experiencias fueron contadas y muchos se fueron con él.

Ana, sin embargo, siguió su vida, con sus hijos ya casados ejerciendo más de abuela que de madre. Sus impresionantes ojos verdes  era lo que más me gustaba de ella. Por momentos parecían reflejar sus vivencias, sus angustias pasadas, su sacrificio y por momentos, cuando veía a sus nietos desbordaban alegría. Un caluroso 25 de diciembre del año 1991 un pico de presión le produjo una hemiplegia postrándola en una cama con medio cuerpo inmóvil. No podía hablar ni mover la mitad de su cuerpo. Sus ojos eran su única manera de comunicación. Te miraba fijamente, como queriéndote decir algo, como dando las gracias o como una anticipada despedida. Triste final para una mujer que luchó como una leona para sacar a sus hijos adelante a pesar de las circunstancias. Pocos meses más tarde, en una clínica privada que curiosamente llevaba su nombre, Santa Ana, con su cuerpo con escaras por la espalda y una gran tristeza dibujada en su rostro, dejó este mundo a los 72 años,  para unirse a él, a Francisco, su compañero de toda la vida.

En honor al sacrificio de ambos, al desarraigo forzado, al apellido legado y en vuestra memoria les dedico este blog y cada palabra que en él habita.


Gustavo Martín Benedetti Paparatto
Administrador de Buenos Aires Siglo XX

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